“The Kiss” llamó Gustav Klimt aquella obra besando a su amada Emilie Flöge. "Aquella gloria" llamaba Miguel Hernández al beso de su amada. Para Gabriela Mistral los besos son "de tempestad", y "de llama". Joan Salva-Papasseit propone dejarse de milongas: "Cuando beses, bebe". Delfina Acosta tomaba "con su boca un poco de su lengua y de su aliento". No sabe Bécquer qué otorgar a su bella por un beso, pese a que le ofrendaría "por una mirada un mundo" y "por una sonrisa un cielo". Si Pablo Alborán “pudiera darle el beso, sabría cómo duele este amor” para poder invertir el universo. Más prosaico, Pau Donés concretamente por el de la flaca "daría lo que fuera".
Hay leyendas del beso, besos del aire, de sombra, de muerte. Incluso besos negros. El refranero sabio sentencia "El que quiere besar busca la boca". Alberto Angel Montoya se refiere a esta como "copa colmada de vino y miel para la sed más loca". Hay besos de tornillo, piquitos, apasionados, húmedos y otros que traspasan la frontera de los dientes. El Kamasutra suministra veintidós tipos de besos, porque los labios también tienen su lenguaje y navegando encuentro: beso de costado, inclinado, directo, presión, superior, broche, palpitante, contacto... y paro porque a este paso me paso... de caracteres. Besos de nombres horrendos, "mordisco de jabalí".
Besos bellos solo con nombrarlos, "nube quebrada". Y pese a que me hubiera gustado gustar hasta el beso más pequeño, prefiero sin duda ese cautivo beso enamorado que justifica la vida.
...Por ti, J.O.B
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