Puede sonar rotundo y contracorriente, pero creo ciegamente que, lo que creemos que es el problema actual, no es el sistema en sí. La Democracia funciona y las crisis sistémicas de las que tanto se habla, se refiere al (neo-) capitalismo mal aplicado; es decir, a la salsa del plato y su guarnición.
Entonces, ¿Qué es lo que falla? Lo que falla es una cosa que se llama “representación”. Se nos vende que a la política puede acceder cualquiera, pero todos hemos visto los esquemas de engranaje donde los medios de comunicación se reparten entre cuatro gatos, al igual que los bancos, los partidos y algunas de las mayores empresas o grupos empresariales. Los gatos son siempre de los mismos colores. Será porque siempre son los mismos gatos.
La sociedad es una víctima y una herramienta. Es cierto que el individuo es crítico pero los grupos, sin ánimo de insultar a nadie, son estúpidos. El problema principal es que no paramos de ver publicidad, ver la televisión, leer periódicos y nos hemos creído que nuestro voto vale poco, que nuestra capacidad de presión es muy limitada.
Imagínese que nadie hace uso de un servicio o negocio, como por ejemplo una red social, como puede ser Facebook sin ir más lejos, hasta que destinen un 0,5% de su beneficio a construir escuelas en África.
¿Funcionaría? Sí. ¿Funcionará? No.
Es jugar con sus propias reglas, porque, al fin y al cabo, aunque no nos lo creamos, nosotros tenemos la sartén por el mango, pero no nos lo dejan creer. Suprimen nuestra autoestima y nos distraen con juguetes de todo tipo (tecnológicos, socio-culturales, modas…) para que no pensemos demasiado. Nos dan algo de carnaza para que nos creamos involucrados e incluso generan conflictos para mantenernos calientes.
La Democracia funciona porque representa a parte del pueblo. Desgraciadamente, no es la mayoría, por eso nos llama tanto la atención, pero tampoco nosotros hacemos mucho para cambiarlo excepto usar herramientas de dudosa eficacia (sobre todo porque, en mi opinión, no hacen sino alimentar el fuego) como son las propuestas.
Y, ¿Cuál es la alternativa, entonces? De momento… respondo con una pregunta: ¿Tiene sentido mantener una cuenta bancaria en un banco que ejecuta hipotecas pateando a los inquilinos? Moralmente no, pero… ¿Alguien ha cambiado últimamente la cuenta corriente de un banco a otro? ¿Qué creéis que pasaría si todos lo hiciéramos?
Pues a esto mismo me refiero; y como esta, hay cientos de acciones pasivas: bloqueos de marcas o grupos de marcas, bloqueos a empresas con cuentas en paraísos fiscales, etc…
En las elecciones, que cada uno vote a quien quiera. A la larga, de funcionar este modo de presión, el propio sistema se encargará de elegir bien a los representantes. Las tornas cambian constantemente.
Las representaciones vienen como respuesta natural a la existencia de una acción colectiva definida. Pero esa “acción” no debe ser opositora a una idea existente o, de ser así, entraremos en una dinámica de desacreditación que perjudica “al nuevo”.
Por desgracia, dijimos Democracia, pero nadie mencionó el sentido común. Son cosas distintas.
Merece la pena echar un vistazo a este comentario genial, no os lo perdáis. Es de sentido común.
ResponderEliminarEstoy contigo 100%. Algunas de las cosas que mencionas las he comentado en mi blog. Dejar de usar las tarjetas para pagar como medida para presionar a los bancos http://wp.me/p2fW1E-cs o obligar a empresas a producir productos en el país dónde quieren tener ventas (aunque para esto se necesita a los políticos) http://wp.me/p2fW1E-ir
ResponderEliminarTenemos que dejar de ser más fieles al partido que a la pareja y votar a partidos que no tengan corruptos en sus filas, sólo así les obligaremos a limpiar sus listas http://wp.me/p2fW1E-hT
Un saludo