La Tristeza es parte de nosotros, es una expresión natural. No hay nada de malo con la tristeza, el conflicto surge porque la juzgamos como mala. De niños nos enseñaron que llorar era malo, a los hombres se les dijo "Los hombres no lloran" y miren en lo que se convirtió la humanidad por haber reprimido su naturaleza sensible.
La tristeza es una emoción natural, la ira es una emoción natural. La belleza del ser humano es porque es emocional, se estremece y se mueve en el río de la vida sintiendo. Lo que nos sucedió es que nos enseñaron a reprimir estas emociones, nos hicieron creer que eran feas, y empezamos a sentirnos avergonzados y a esconderlas, entonces se tornaron anti naturales, se distorsionaron, se enfermaron, comenzaron a salir cuando menos lo esperamos de forma inconsciente y violenta, por eso hay tanta violencia en el mundo, somos como bombas de tiempo.
Los niños no tienen estos juicios sobre sus emociones, son completamente emocionales; lloran, ríen, gritan, y luego ríen de nuevo, vuelven a llorar... Si se les permite expresarse de forma natural se sentirán espontáneos y liberados para ser de nuevo, pero cuando no se les permite llorar o expresarse, comienzan a sentir que hay algo malo con ellos, allí comienza el condicionamiento, el conflicto, el trauma, la falta de confianza en si mismo. Esto es lo que nos ha sucedido, no confiamos en lo que sentimos porque se nos dijo que era inadecuado, que había que sonreír aunque lo que queríamos en ese momento era llorar, se nos enseño a ser falsos, tuvimos que ponernos una máscara. Cuando la tristeza es real, es bella, se llora y se transforma, cuando la ira es real es bella, si se siente y expresa (de forma consciente, sin tirarle el veneno a nadie encima), nos apoya a conectar con nuestra fuerza para seguir adelante, y esta energía poderosa se trasforma. Pero cuando ponemos en nuestra cara una sonrisa falsa, nos estamos engañando a nosotros mismos, porque podemos tener un discurso diplomático, pero la energía no miente.
El trabajo de despertar la consciencia nos exige que seamos reales; llorar nuestra tristeza cuando aparece es honrar nuestra verdad, y la sonrisa verdadera aparecerá en nuestro rostro cuando hayamos liberado el dolor. La tristeza tiene su belleza porque nos ayuda a ir profundo, a tocar espacios dentro de nosotros que sería imposible descubrir sin sentirla, pero hay que permitir que se manifieste, tenemos que darle espacio con amor, acogerla, darle la bienvenida porque nos está indicando que algo quiere salir para hacerlo consciente, para liberarlo y sanarlo. La mejor forma de transitar a través de la tristeza es sentirla con totalidad, hacerla nuestra amiga, tratándola con amor le perdemos el miedo, y ella se irá más rápido de lo que podamos imaginar, porque sin resistencias, simplemente estamos dejando que entre la luz en esos espacios sombríos, es allí donde se necesita elevar la vibración, y lo hacemos posible diciendo “Sí” al proceso.
Bienvenida amiga tristeza, gracias, te amo, te siento, te lloro, te suelto y te dejo ir.... Realmente lo que estoy haciendo es creando espacio para la alegría, porque sin la experiencia de la tristeza, no podríamos reconocer ni valorar la experiencia de la alegría, son las dos caras de la misma moneda, naturalmente se ceden el paso la una a la otra. Al negar alguna de las dos es represión, y al reprimir la tristeza automáticamente reprimimos la alegría. Así pues, cuando después de sentir, soltamos la tristeza, se manifiesta una alegría real y espontánea, sucede sin esfuerzo; es una alegría que no es euforia porque algo exteriormente sucedió como queríamos; es la alegría que brota de la serenidad interna, es profunda, no tiene explicación, viene de dentro, es divina, no necesita de nada externo para manifestarse, es la alegría de SER.
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