Todos los medios nos bombardean diariamente con las grandes y deprimentes cifras que creen definen la situación de España y de los españoles. Parados, 6.202.700. Familias con todos sus miembros en paro, 1.900.000. Tendencia del parao para 2014, 27 por ciento y un 55 por ciento, en jóvenes. Falta que digan “el último, que apague la luz y cierre la puerta”.
Tal avalancha de cifras y datos terminan por dejarnos insensibles. Los oímos o leemos, pero no lo escuchamos ni asumimos. No pensamos en lo que realmente significan. Detrás de cada cifra hay una persona que sufre moral y económicamente el infortunio del paro. Detrás, puede haber incluso una familia, con lo cual el infortunio es aún mayor. Cuando las cifras se refieren a jóvenes, la situación se dramatiza por su volumen, por la frustración que produce, por la casi obligada necesidad de abandonar su entorno, con el desarraigo que ello conlleva.
No hay que ser un lince para entender que éste es el primer problema a abordar. Aunque se ha dicho tantas veces que suena manido.
Junto a éste, otro tema que la Administración está obligada a acometer es el de corregir la economía sumergida. Es imposible que las cifras que manejamos sea desempleo real. Si fuese así, estaríamos a tiros por las calles. Entiendo que, junto a un paro real, existe otro ficticio apoyado en la actividad no declarada. Es necesario e ineludible controlar y encauzar este paro ficticio hacia una economía real y contribuyente. Si no se consigue que aflore, no creceremos y podemos llegar a que nuestra situación sea insostenible. Un comentarista económico señalaba que, entre los parados y los jubilados, estamos alcanzando a los laborables activos. No es factible la existencia de tantos demandantes como contribuyentes en una economía de compensación.
Y, en cuanto a nuestro desequilibrio económico institucional, la solución es fácil; Don Mariano, que tiene mayoría absoluta en todos los centros de decisión política, debe de adelgazar la Administración del Estado en un 80 por ciento. Debe de reducirse el número de políticos a nivel casi testimonial. Eliminar la duplicidad de funciones a nivel de las autonomías y de los ayuntamientos. Necesitamos una justicia, una sanidad, una educación, una policía y un ejército. Ahora tenemos (si es que tenemos) 17 justicias, 17 sanidades, 17 educaciones, 17 policías y, sin don Mariano se descuida un poco, dos ejércitos, el de verdad y el de la Señorita Pepis, con asentamiento en Cataluña. Lo malo es que es que no hará nada y todo seguirá igual que hasta ahora.
Una bonita utopia acabas de marcar en este escrito, pero por desgracia es eso, una utopia que solo podria cambiar si los de arriba deciden cambiarla cosa que no van a hacer. Y mientras, pagamos el pueblo llano. Un abrazo.
ResponderEliminarOlá adorei em conhecer seu blog,um abraço.
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