La violencia machista es la consecuencia más brutal de la desigualdad entre hombres y mujeres. Esta violencia se ejerce para perpetuar la sumisión y la dominación de las mujeres. De ahí que el análisis y, luego, el remedio para erradicarla no puedan quedarse solo en el cuidado de la ya maltratada o el lamento por la mujer asesinada. Las políticas que desde los gobiernos acometen la lucha contra esta violencia (veintiséis muertes este año) deben guiarse por un concepto integral.
Eliminar la única asignatura que abordaba el tema de la igualdad (Educación para la Ciudadanía) sin trasladar a otra esta imprescindible enseñanza para los jóvenes no ayuda a germinar el trato de igual a igual entre hombres y mujeres.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy , no se prodiga en reflexiones públicas contra los asesinatos de mujeres, ni el departamento encargado de tan espeluznante materia, dirigido por Ana Mato , da muestras de gran imaginación ni es capaz de frenar iniciativas que, como la reforma de la ley del aborto y la subida de las tasas judiciales, privan a las mujeres de los derechos vinculados a la igualdad.
La ministra Ana Mato presentó a las comunidades autónomas la tantas veces anunciada Estrategia Nacional contra la Violencia. Sin apenas medidas nuevas, con la mayoría de ellas por desarrollar, sin indicadores para su evaluación ni presupuesto para su desarrollo, esta hoja de ruta destila también recentralización e invasión de competencias autonómicas cuando en Cataluña, en Euskadi y en Andalucía los planes contra la violencia de género tienen ya muchos años de rodaje.
Los recortes en los programas de prevención del maltrato y en las políticas de igualdad entre hombres y mujeres se suman a las dificultades que las víctimas tienen para lograr empleo y vivienda, que es el camino para alcanzar la normalización de sus vidas. La crisis económica no puede interrumpir un desafío de largo y amplio recorrido. Y en este caso hay que aligerar la presión sobre las féminas que se deriva de la presentación de denuncias.
Es necesario quebrar la dinámica de la violencia en la vida cotidiana de los menores y de los adolescentes, como primer paso, y para ello se necesita el amparo de las leyes y el compromiso de la publicidad, de los medios de comunicación y de las personas públicas, que construyan una imagen de la mujer desde el respeto. Llegar cuando ella ha muerto es llegar tarde.
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