Hubo un tiempo en el que en un planeta muy lejano, todavía no descubierto, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en día en la tierra.
En este planeta vivían en armonía el Amor, la Tristeza, la Alegría, y todos los otros sentimientos. Un día, uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el Amor se despertó aterrorizado sintiendo que su planeta estaba siendo inundado. Pero se olvidó rápido del Miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos se apresuraron y tomaron sus barcos, para subir a una montaña bien alta, donde podrían ver su pequeño planeta siendo inundado pero sin que corriesen peligro. Sólo el Amor no se apresuró; el Amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su planeta para cuidar de él, pero cuando se estaba casi ahogando se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó auxilio.
La Riqueza, oyendo su grito, respondió que no podría llevarlo ya que con todo el oro y la plata que cargaba podían hundirse en su barco. Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el Amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros. Ella, la Vanidad no soportaba la suciedad. Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie. Pasó también la Alegría, pero tan alegre estaba que no oyó la súplica del amor.
La Riqueza, oyendo su grito, respondió que no podría llevarlo ya que con todo el oro y la plata que cargaba podían hundirse en su barco. Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el Amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros. Ella, la Vanidad no soportaba la suciedad. Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie. Pasó también la Alegría, pero tan alegre estaba que no oyó la súplica del amor.
Sin Esperanza, el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar. Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos que ya estaban a salvo. Recuperándose el Amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que lo ayudó, a lo que ésta respondió: “El Tiempo”. El Amor preguntó de nuevo: “¿Por qué sólo el Tiempo pudo traerme hasta aquí?” La Sabiduría entonces respondió: “Porque sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles, más seguros y más felices”.
Los cuentos no sirven solamente para dormir a los pequeños, sino también para mantener despiertos a los mayores.
...si el amor muere, que al menos quede la comprensión y el respeto.
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