Las relaciones humanas presentan una variedad de dimensiones en que las personas nos fijamos para establecer el nivel de intensidad y profundidad en que viviremos los vínculos con las demás personas. La confianza es una de las que probablemente más influya al momento de establecer con quienes queremos compartir lo más profundo (e importante), y con quienes simplemente nos sentaremos a mirar lo superficial de la vida.
Existen mayoritariamente dos grupos de formas de enfrentar el tema de las confianzas. Hay quienes buscan ver en los demás ciertos comportamientos y actitudes que les hagan generar esa confianza a lo largo del tiempo. Otros, sin embargo, entregan su confianza desde el inicio, usualmente bajo el concepto que la otra persona aún no ha hecho nada que merezca no confiar.
Una cosa que pareciera cierta es que independiente de si uno confía hasta que le demuestren lo contrario, o bien, una vez que nos han dado pruebas suficientes comenzamos a confiar; es que cuando las confianzas se han roto reconstruirlas es un trabajo lento, difícil y en muchos casos inconcluso, finalmente las piezas se pueden volver a unir pero las marcas permanecen.
Cuando algo ha salido mal, o nos hemos equivocado gravemente y hemos generado la ruptura de este intangible tan importante como es la confianza, un primer buen paso es reconocer el error. Esconderlo o intentar disimularlo como si nada hubiera ocurrido no resolverá el problema, por el contrario lo profundizará, porque sumado al dolor de la desconfianza se sumará la mentira o el ocultamiento.
Asumir el error y pedir disculpas sinceras es un primer paso importante para avanzar hacia un perdón que posibilite la reconstrucción del lazo. Lo más probable es que no ocurra de un día para otro, pero el reconocimiento resulta sanador tanto para el afectado como para uno mismo cuando se ha equivocado.
Disculparse es un primer buen paso necesario, pero es tan sólo el primero de los pasos. No volver a comer el mismo daño y mostrar de manera consistente que aparejado de las palabras van actos y actitudes que resguardan y evitan desconfiar nuevamente llevará a que en el tiempo las cosas puedan verse como hechos aislados, como un mal momento en el pasado, pero se consolide una nueva etapa.
Es posible que esta segunda oportunidad de pie a un vínculo diferente que el existente antes de la ruptura, pero eso no tiene porque ser considerado como algo malo. Las relaciones entre las personas evolucionan, cambian y esas transformaciones debieran ir siempre hacia un crecimiento de quienes son parte de ese vínculo.
Errar es humano y muchas veces sin intención acabamos causando un daño a quienes más queremos. Pero así como equivocarnos es parte de las posibilidades, reconstruir, crecer y mejorar para uno mismo y para los demás es una forma sostenida de ser confiables para quienes nos rodean, y más importante aún, para cada uno de nosotros.
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