Recortes son, según el diccionario de la RAE, "las porciones excedentes que por medio de un instrumento contarte se separan de cualquier material que se trabaja hasta reducirlo a la forma que conviene". Según ello, es posible, en caso de que efectivamente sean recortes estos que nos están pegando en nuestras particulares economías, algo que está por discutir, acaben por reducir nuestros sueldos a la forma que conviene; que conviene a cualquiera menos a nosotros y, con nosotros, al conjunto no ya de la ciudadanía sino incluso del Estado. Va a resultar que el Estado, en vez de ser, como creíamos, un instrumento del que la sociedad se dota para que la sirva, se trata de un aparato que se sirve de la ciudadanía para prolongar un estado de cosas que a nadie satisface. Esto está siendo así, porque cabe pensar que no sean recortes los que nos están proporcionando, semana tras semana, porque no hay porciones excedentes, no hay nada sobrante en la inmensa mayoría de los presupuestos familiares de los españoles y menos aún, en los de esos casi seis millones de parados que, cualquier día de estos, van a echar a andar. No está habiendo recortes, está habiendo algo muy distinto que comienza por una utilización errónea y posiblemente interesada del lenguaje y acabará sabe Dios en qué.