Estamos viviendo malos tiempos para meterse en política. Hoy un político no sólo tiene que parecer buen político (hasta ahora a muchos les ha bastado con una seductora oratoria, traje pulcro y sonrisa amable), sino serlo. Durante la Transición, del político sólo se esperaba efectividad en la gestión; ahora también se exige honradez, porque la gente está cansada de corrupción.